26 ene 2012

Historias bajo la luna / La triste historia de los conejos de chocolate.

Tal vez es cierto, ninguno de los conejos sabía bien los detalles y el por qué del viaje, realmente no había forma de que alguno de ellos lo supiera, pero innegablemente todos conocían un poco acerca de lo que se tenía que hacer, por eso uno a uno fueron entrando al contenedor que los llevaría sin hacer excepción al hecho curioso de que no todos centran su atención en las mismas cuestiones, así mientras unos pensaban en lo oscura que sería la lata una vez que se colocara su tapa, los otros admiraban el entorno tratando de captar cada detalle como si extrañamente supieran lo que pasaría, sólo unos cuantos fueron capaces de leer el mensaje que habían pegado fuera del contenedor, pero no sirvió de mucho, porque aún y cuando lo ahí escrito estaba lleno de las más hermosas palabras que se puedan escribir, de esas a las que tal vez los ojos puedan resistir pero sin duda hacen llorar al alma, aún así nada describían acerca del objeto del viaje, o probablemente su cerebro de cacao no logro relacionar todos los puntos.
Entre el medio saber y el ansia de descubrirlo se cerró la tapa y vino la espera. ¿Qué si los conejos tenían sueños? Por supuesto que sí, para los sueños no importa realmente si eres de chocolate, de madera o de carne y hueso. ¿Qué si los conejos tenían historias? Claro que sí, grande o pequeña, interesante o aburrida, pero todo tiene historia, la pluma que ahora escribe, la latita que los llevó, hasta los ratones tienen sus historias. ¿Qué si todos tenemos un fin? Bueno fuese cual fuese la respuesta tal vez como los conejos es mejor conocerlo o desconocerlo a medias; pero cuando el movimiento y la espera cesaron, la tapa fue retirada y uno a uno fueron saliendo para encontrarse frente a un grupo pequeño de ratones, algunos reflejaban el hambre en sus rostros, todos expresaban una mezcla de angustia y melancolía, si es que no son la misma cosa, fue ahí cuando algunos de los conejos comprendieron su misión; la batalla se inició, que más bien parecía masacre, aunque, por el placer de los ratones al devorar y el de los conejos en cumplir con lo que debían, aquello aparentaba ser más un acto cuasi divino, en el que los conejos, algunos por determinación otros por imitación, no opusieron resistencia, se fueron dejando devorar hasta el punto de no ser más que el aroma que había quedado penetrado en cada uno de los lugares en donde había estado, pero incluso en cuestión de un poco de tiempo este también desaparecería.
Podría decirse que se sacrifico el bien de unos por el bien de los otros, pero sería equivocado, al menos desde el punto de vista de los conejos, que al final entendieron que su fin era satisfacer a los ratones, lo que probablemente ignoraban era que para satisfacer el hambre tendrían que haber sido una cantidad mucho mayor de conejos de chocolate, pero no, en realidad ellos iban a saciar al alma.

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