Esta casa en que vivo se asemeja en todo a la mía:
disposición de las habitaciones, olor del vestíbulo, muebles, luz oblicua por
la mañana, atenuada al mediodía, solapada por la tarde; todo es igual, incluso
los senderos y los árboles del jardín, y esa vieja puerta semiderruida y los
adoquines del patio.
También las horas y los minutos del tiempo que pasa son
semejantes a las horas y a los minutos de mi vida. En el momento en que giran a
mi alrededor, me digo: “Parecen de veras. ¡Cómo se asemejan a las verdaderas
horas que vivo en este momento!”
Por mi parte, si bien he suprimido en mi casa cualquier
superficie de reflexión, cuando a pesar de todo el vidrio inevitable de una
ventana se empeña en devolverme mi reflejo, veo en él a alguien que se me
parece. ¡Sí, que se me parece mucho, lo reconozco!
¡Pero no se vaya a pretender que soy yo! ¡Vamos! Todo es
falso aquí. Cuando me hayan devuelto mi casa
y mi vida, entonces encontraré mi
verdadero rostro.