– ¿Entonces…
–preguntó el ratón– si no necesitamos del viento del agua o de todas esas cosas
para ser felices, por qué nos ponemos tan tristes cuando no las tenemos?
–Porque
en teoría no las necesitamos - aclaró el búho- basta con lo que tenemos dentro,
pero no somos seres teóricos pequeño; a veces tenemos que inspirarnos en lo que
hay afuera para poder fortalecer lo que llevamos dentro.
El
ratón mostraba una clara confusión en su rostro a lo cual el búho explicó: –
Imagina la felicidad como una flor, la semilla está dentro de ti, en algún momento
germinará, y luego florecerá, ahora bien si esa flor la regamos constantemente,
si añadimos abono a la tierra de donde surge es evidente que tendremos una flor
más duradera, posiblemente más grande o hasta más hermosa; la felicidad ya está
dentro de ti, sólo basta sentir el aire correr o oír el agua yendo río abajo,
para que nuestra felicidad florezca mejor.
Ya en
casa, justo antes de ir a dormir, el ratón miró por la ventana, en medio del
cielo estrellado, allí estaba la luna, enorme, radiante, pintada de ese rojizo
que le sentaba tan bien, entonces el ratón comprendió que el búho tenía razón
porque sin esa luna lo más probable es que su felicidad se marchitaría…
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